El envejecimiento no influye en una posible pérdida del
deseo sexual, éste puede estar presente de hecho hasta el momento de la muerte.
Hay estudios que incluso apuntan a que la libido, en algunos casos, aumenta a
lo largo de la vida. Si ocurre esta pérdida, se debe más a cambios
psicológicos, creencias o estereotipos erróneos. El principal condicionamiento,
por supuesto, son los cambios a nivel fisiológico, más la presencia de
enfermedades o el uso de ciertos medicamentos que pueden ir asociados a esta etapa
de la vida.
La mujer experimenta gradualmente tales cambios a partir de
la menopausia, mientras en el hombre esto ocurre generalmente a partir de los
60 años. Los cambios en la mujer están bien expuestos en muchas descripciones
del proceso menopáusico y su afectación a nivel sexual, pero diríamos que los
principales están relacionados con el descenso de las hormonas llamadas
estrógenos, y son una disminución en: tamaño y elasticidad de la vagina,
lubricación, sensibilidad en los genitales, e intensidad de los orgasmos (y
aumenta el tiempo entre ellos).
En el hombre hallamos principalmente dos tipos de problemas:
un menor riego sanguíneo de la zona genital; y un descenso de la hormona
testosterona, que lleva al descenso, según corresponda, de: excitación, respuesta
a estímulos sensoriales, tiempo en conseguir y mantener la erección (y en recuperarla
tras eyacular), cantidad de semen expulsado, intensidad del orgasmo,
lubricación y tamaño testicular.
Por supuesto, la observación de estos cambios físicos en el
propio organismo llevan a muchas personas a calificarlas de
"degradación" o algo similar, y todo ello se convierte a su vez en un
poderoso condicionante negativo hacia el goce de la sexualidad. Esto ocurre más
en los hombres que en las mujeres, ellos mismos se auto limitan ante el temor a
un fracaso de su erección o rendimiento sexual; ellas a menudo viven la postmenopausia
con mayor tranquilidad, al dejar de preocuparse por embarazos o anticonceptivos.
Así pues el gran reto de la tercera edad, con respecto a la
sexualidad, se llama adaptación. La persona que simplemente se va adaptando a esos
cambios físicos a medida que surgen, que no los ve por tanto como limitaciones
definitivas, sino que suponen una ocasión para explorar otras vías, tendrá más
posibilidades de seguir disfrutando de una actividad sexual satisfactoria.
Quien haya tenido un perfil adaptativo a lo largo de su vida, frente a los
diversos avatares de su existencia, lo tendrá más fácil. Es absurdo pretender
hacer las cosas tal como se hacían en la juventud, ese es el camino más seguro
hacia la frustración y, como consecuencia, lleva a la progresiva autorrenuncia
a cualquier práctica sexual. El proceso para lograr una buena excitación y/o
erección, por ejemplo, puede diferir de cuando se era joven, pero simplemente
hay que comprenderlo e ir variando ese proceso; el coito o la genitalidad como
objetivo casi exclusivo de la relación sexual (algo típico de la juventud), se
hará bien en relegarlo a una actividad más entre otras (entre otras que habrá
que explorar, si tristemente a lo largo de la vida aún no se ha hecho, que eso
es lo interesante); incorporar mucho más la ternura, abrazos, caricias, besos,
todo bien cargado de sentimiento, va a enriquecer mucho el encuentro
sexual/sensual. La persona poco realista, con un perfil soñador o idealista,
demasiado ensimismada, tendente a revivir muy a menudo hechos del pasado, lo
tendrá más difícil.
Si el gran reto es desarrollar una sana y creativa capacidad
de adaptación a los cambios en el propio organismo, el gran obstáculo para las
personas mayores quizá radica, todavía, en el entorno social: éste aún cultiva creencias
absolutamente falsas, como que es algo vergonzoso, que a esa edad ya no se
tiene deseo sexual, que es malo para la salud, que las experiencias sexuales son
mucho menos satisfactorias, que si hay sexo éste irá asociado a desviaciones o
perversiones (el "viejo verde"), etc.
En nuestros tiempos, gracias en parte al estamento médico
que asegura que la actividad sexual en esta edad es saludable física y psicológicamente,
la sexualidad de las personas mayores está dejando de ser un tabú, pero aún es
considerada algo vergonzoso o fuera de lugar. Es decir, que a los auto
condicionamientos psicológicos negativos antes mencionados, hay que añadir la
presión de una parte importante de la sociedad que cree que estas cosas no son
propias de tal edad, presión que, por desgracia, a menudo es asimilada por la
persona mayor y transformada en creencia propia, en una autolimitación
psicológica más.